martes, 4 de febrero de 2014

El frío tampoco está tan mal

El frío tampoco está tan mal:

Os entiendo, se que el invierno es... espera, como era ese término meteorológico... “jodido”. Hace frío, llueve, graniza, nieva, se moja la ropa, hay charcos por todos lados, goteras en el techo, humedades... lo entiendo.

Frrrrrríoooo
La belleza del invierno
Por diversas razones he vivido en distintos lugares de España y os puedo asegurar que tengo criterio suficiente como para hablar de estas cosas. He vivido en Las Palmas de Gran Canaria durante 6 años y, aunque he de reconocer que a veces también hace malo, la media general es de “sol todos los putos días”.

El sol está bien... ¡está muy bien!. Permite hacer planes todos los fines de semana, ir a la playa, campo... lo que quieras. Pero también tiene sus contras. Los que tenemos ojos y piel clara tenemos la pega de la protección solar. El sudor... inaguantable por las noches. En la actividad diaria, el calor se convierte en un rival imbatible. Te baja la tensión y te apalancas (“te aplatanas” como dicen ellos).

Por el contrario el frío es cabrón, pero es un cabrón conocido. Llega un momento en el que te puedes abrigar y llegar a un pequeño consenso con él y tener un momento de tregua (te da por el culo, pero te acostumbras).

No defiendo el frío. Me encanta el sol, la playa, las olas, la sidrina en el “prau”, las barbacoas con los amigos, la música y las risas junto a la hoguera de San Juan...  pero defiendo la variedad. Me gusta vivir en el norte de España porque tenemos la bendición de tener un clima que varía según la estación (no nos quejemos este año. El verano ha sido espectacular).

La lluvia es bastante engorrosa... cómo diría yo... ¡moja!. Pero si tenemos la suerte de tener los parajes y los montes que tenemos es porque llueve. Como diría Joe Hallenbeck (Bruce Willis en “El Último Boy Scout”) “El cielo es azul, el agua moja y las mujeres tienen secretos”. Vamos, que ni el “Capitán Obvio” sería capaz de rebatirlo.

Soy aficionado a la fotografía. Desde hace tiempo formo parte de un grupo de fotografía y, además de visitar multitud de sitios, también he tenido la oportunidad de poder verlos como son en verdad. Todos tenemos la costumbre de salir cuando hace bueno pero... ¿qué es una Costa da Morte sin viento ni olas batiendo las rocas ferozmente? Eso sería como Marina d'Or (¡qué guay!). He visto lugares alucinantes con el tiempo que normalmente suele hacer en dichos parajes (frío, lluvia, viento...) y lo que para muchos sería un tiempo de mierda, si te adaptas a ello y te dejas llevar...  conseguirás apreciar el lugar y el momento tal y como es o debería ser.

Con la lluvia, el verde se vuelve intenso... muy intenso... ¡fosforito!, como decía una amiga durante el Camino de Santiago. Es cierto, es alucinante. Todo cambia, todo se ve distinto.

No trato de cambiar la opinión de nadie con respecto al “mal tiempo”. Simplemente estoy dando otra visión sobre el asunto. Mi visión.

Una cosa que me encanta es cuando, dentro de unos márgenes seguros, obviamente, la naturaleza se pone farruca y nos deja bien claro quién manda aquí. Nos deja bien claro quién está de paso y quién ha estado siempre. No sé a vosotros pero a mí me encanta ver las tormentas desde la ventana. Es una cosa fascinante. Los colores se vuelven intensos y brillantes.

¿Recordáis el “huracán” que nos azotó el 23 de enero de 2009?. Eso puso en su lugar a más de uno. Estoy seguro. También estoy seguro de que la vida de más de uno cambió aquella noche. Para bien y para mal. Hace poco lo comentaba con una gente y lo comparaba con la lluvia de peces y ranas en la película “Magnolia”. Es algo tan absurdo, tan fuera de lo normal, algo tan radical y poco cotidiano que el mero hecho de dejarte fuera de cuadro puede hacer que todo lo que tenías como auténtico y verdadero, tu sistema de referencias, tu forma de pensar, se venga abajo y con ello te des cuenta de que las cosas pueden ser interpretadas de forma distinta. Es como una pequeño detonante que inicia una reacción en cadena.

Tal vez se me esté yendo mucho la pinza pero sin saber de nada ni tener idea de cifras ni estadísticas... ¿no creéis que al día siguiente mucha gente vio como su negocio se venía a pique mientras otros se hacían de oro?. Ese suceso cambió vidas.

Gente se conocería al quedarse encerrada. Otros... ya sabemos, a falta de luz eléctrica y sin mucho que hacer un viernes a las 22:00... se dedicarían a fabricar niños (o a practicar).

Otra cosa que tiene el frío y el mal tiempo es que, al estar más tiempo en casa o lugares cerrados/cubiertos, pasamos más tiempo con la gente. En verano, en la playa el ambiente es distinto. No nos comunicamos tanto ni tan bien. Todo suele ser más superficial y esporádico (que a veces no está mal, ¡ojo!).

Con el frío la gente se vuelve más cercana. Compartes un café, una manta, el calor de una chimenea... no sé, es otro rollo. Es como si el frío que hay en el exterior fuera directamente proporcional a la calidez humana y del hogar.

Me encanta cuando vas a un bar de aldea, entras, y según te ven te ofrecen casi antes de pedir nada una taza de caldo (en Cantabria por lo menos sé que pasa). Por no hablar de cómo huele el cocido Lebaniego que están sirviendo en las mesas.

Normalmente soy el tipo de persona que procura estar lo mínimo posible en casa. Pero por todo lo comentado, igual que le pasará a mucha otra gente, en invierno, al poder hacer menos planes que en otras estaciones del año y pasar más tiempo en casa, aprendes a valorar más tu hogar y la gente con la que vives.

El cambio meteorológico que tanto adoro a lo largo de todo el año, como comenté más arriba, ayuda a valorar más las cosas. La presencia de “algo”, normalmente implica que eches de menos la ausencia del “otro algo”. Muchas veces pasa que sólo nos damos cuenta de cuanto apreciamos algo o a alguien cuando ya no está (o bien porque se ha ido o por otras razones). El clima es igual. Si cambia, nos permite darnos cuenta de estas cosas. Si todos los días comiéramos nuestro plato favorito... seguro que para la inmensa mayoría, ese plato dejaría de tener su atractivo. Está en nuestra naturaleza anhelar lo que se nos prohíbe, escasea o incluso falta y, cuando lo tenemos... pierde su interés.

Somos humanos, somos raros... pero somos así.

Espero que con este mojón que os he soltado, podáis abrir un poco más vuestras mentes y ver que... el frío tampoco está tan mal.

Doctor Mento.

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